Andaba, con la mirada fija en un horizonte que nadie percibía. Será porque los actos le pesaban más que las palabras. Tenía unas pequeñas imágenes clavadas entre la retina y la nuca, y por mucho que intentase perderse en ese horizonte el mundo perdido de su mente le nublaba aún más la vista.
Hagámonos la guerra porque la paz no dura para siempre. Hagámonos la guerra porque el amor no dura para siempre. Hagámonos heridas que no cicatricen nunca. Hagámonos de todo pero que de todo nunca quede nada. No hagamos nada porque la guerra viene sola.
Juguemos a engañarnos, juguemos a engañar, porque no hay mayor confort que la mentira e, inevitablemente, la que menos. Repitamos esa mentira una y otra vez, hasta creerla porque quien vive en la mentira se acostumbra a las pocas verdades.
Que triste es sentirse solo. Cuando todo tu ser se rompe en mil pedazos y escuchas en lo más profundo de ti como cada uno de esos pequeños trozos chocan entre sí con un suave golpe que se intercala con el silencio de la ausencia de tu respiración, de esa manera fuerte de exhalar a la vez que sigues derramando lágrimas y tristemente, porque es triste, con la nariz taponada, y esta misma, llorando.
¿Hay algo más bonito que compartir la vida? Lo dudo. ¿Hay algo más triste que te contaminen la vida? Lo dudo. ¿Hay algo más triste que maten lo que eres? Lo dudo. ¿Hay algo más triste que darse cuenta de esto último? Lo dudo.
El mundo sigue loco ahí fuera, cada uno con sus planes, con sus deseos insatisfechos, con sus alienaciones, con sus futuros formados en pequeños pilares que no soportarán más de tres fuertes acontecimientos. Pero que les vas a decir.
Querer
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desistir
huir
corregir
desistir
huir
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